La fusión nuclear quiere pasar del laboratorio al enchufe y nosotros queremos entender cómo. El proyecto iter es la gran apuesta internacional para probar si podemos encender un pequeño sol controlado en la Tierra.
En pocas palabras, buscamos imitar a las estrellas: unir núcleos de deuterio y tritio para liberar mucha energía. Para hacerlo, confinamos un plasma ultracaliente en un tokamak, una cámara de vacío con forma de donut rodeada por imanes superconductores que lo agarran sin tocarlo. Es el mayor experimento de fusión jamás construido y persigue temperaturas de ciento cincuenta millones de grados celsius durante el tiempo suficiente como para que la fusión mande.
El calentamiento llega por varias vías que se complementan. Metemos corriente eléctrica en el plasma, añadimos radiofrecuencia y microondas para empujar más energía y controlamos los perfiles magnéticos para que todo quede estable. Nada de cucharas: aquí los imanes hacen el trabajo fino.
El gran reto es la estabilidad. Hoy muchos dispositivos funcionan por pulsos porque la corriente se agota y el plasma pierde forma. Para avanzar hacia operación continua, necesitamos controlar turbulencias, sostener la corriente de manera no inductiva, mejorar el divertor que evacua el exceso de calor y afinar los algoritmos que corrigen el plasma en milésimas de segundo. Suena a videojuego en modo difícil, pero vamos paso a paso.
Cuando la fusión sucede, los neutrones salen disparados y calientan un manto alrededor de la cámara. Ese manto absorbe el calor y puede producir tritio a partir de litio, cerrando el ciclo del combustible. Con ese calor, un futuro reactor movería vapor y turbinas para generar electricidad. ITER no busca vender kilovatios, sino validar materiales, tecnologías de imanes y métodos de control para que el siguiente paso, un reactor de demostración conectable a la red, sea factible.
La magnitud del proyecto es planetaria: piezas fabricadas en varios países encajan como un puzzle gigante en el sur de Francia. Montaje, pruebas y verificación llevan tiempo y precisión. Los primeros plasmas se esperan alrededor de dos mil treinta, mientras la comunidad explora en paralelo ideas como stellarators y láseres para ampliar el abanico. Si todo encaja, lo aprendido servirá de guía para diseños que puedan integrarse en la red eléctrica global.
Propuesta jugable en cinco minutos: formemos equipos y repartamos cartas de control que representan imanes, microondas y corriente. En turnos cortos, debemos mantener el plasma dentro de la zona verde del tapete durante un minuto sin que se apague. Puntuación por estabilidad y eficiencia.
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