Nos acercamos a la frontera de los agujeros negros, donde la realidad se vuelve un tanto extraña. Para un observador lejano, los objetos nunca parecen cruzar el horizonte de eventos. Por otro lado, para quienes se adentran en el agujero negro, el cruce es como un paseo por el parque, al menos hasta topar con la famosa espaguetificación. En los agujeros negros supermasivos, la gravedad no se torna extrema hasta que nos aproximamos a la singularidad.
Estos misterios aún más fascinantes han dado pie a la idea de fabricar agujeros negros miniatura en colisionadores de partículas. No os asustéis, porque, de hacerse, estos miniagujeros negros desaparecerían rápidamente gracias a la radiación de Hawking. Detectarlos sería un desafío para la ciencia moderna, pero no un peligro inminente.
Pensando en una escala más diminuta, consideremos la extraña posibilidad de un átomo atrapado en la frontera de un agujero negro. ¿Qué sucede? Parece que el horizonte no tiene poder suficiente para desmantelar el átomo de inmediato. En agujeros negros supermasivos, el átomo, probablemente, simplemente cae hacia el interior sin mucho drama cinético.
Llegamos a un dilema que desafía la física moderna: ¿Y si estamos dentro de un agujero negro? Una singularidad sin horizon—la llama una singularidad desnuda— sería un horror para la predicción científica, dejando en el aire cualquier intento de prever fenómenos cercanos.
Para hacer de esta exploración un juego, podríamos crear una simulación interactiva. En ella, decidimos cómo los objetos interactúan con el horizonte de eventos, compitiendo por enviar un átomo tan cerca como sea posible antes de que caiga hacia la singularidad. Juego, luego aprendo.
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