El First Folio es un conjunto de libros que reúne las obras completas de Shakespeare, publicado siete años después de su muerte. Este documento no solo tiene un valor literario incalculable, sino también histórico, ya que piezas impecables del mismo se han subastado por la friolera de diez millones de dólares. De su asombrosa rareza, el Dulwich College tiene el privilegio de conservar dos de las tres partes del First Folio.
El proceso de impresión del First Folio ofrece una fascinante ventana al pasado, sobre todo en lo que respecta a la tipografía y la numeración. En aquella época, la numeración arábiga comenzaba a sustituir a la romana, un cambio que no se hacía sin cierta resistencia. Era común que los impresores tuvieran que adaptar sus textos a los caracteres disponibles, lo que a veces resultaba en diálogos impensables hoy día con números romanos. Es, además, una mina de errores tipográficos; los famosos saltos de numeración en las páginas son testigos vivos de las limitaciones tecnológicas de entonces.
Habría que mencionar los misterios que aún rodean al First Folio. Hay quien sospecha que Francis Bacon, un contemporáneo de Shakespeare, podría haber sido el verdadero autor escondido tras el nombre del Bardo. Esta teoría se respalda en detalles como el uso intencionado de ciertas mayúsculas para formar palabras como «Bacon», sugiriendo que podrían incluirse mensajes secretos.
Otra práctica intrigante del siglo dieciséis fue el uso de cronogramas, que escondían fechas mediante letras de diferentes tamaños en los textos. Se especula que se podrían encontrar estos enigmáticos elementos en obras como Macbeth, lo que uniría números y fechas significativas con esta magistral literatura.
No cabe duda de que el First Folio es mucho más que una simple colección de libros. Nos abre un vibrante campo para la exploración de técnicas antiguas de impresión y potenciales códigos ocultos.
Y, ¿cómo podríamos explorar este maravilloso mundo de forma gamificada? Imaginemos una búsqueda del tesoro literario donde los participantes tengan que descifrar mensajes ocultos en un texto, al estilo de los cronogramas, o resolver acertijos numerológicos que reflejen los tipos de errores y cambios tipográficos que encontraron los impresores del siglo dieciséis. Sería una forma lúdica y efectiva de acercarse al apasionante universo de Shakespeare.
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