La humanidad, con su capacidad de resolver problemas y superar retos, ha logrado dominar el planeta gracias a un rasgo distintivo: la inteligencia. A lo largo de los siglos, la evolución de nuestro intelecto ha sido la clave del progreso, desde simples cerebros en invertebrados hasta el desarrollo de nuestra especie actual, el Homo sapiens. Sin embargo, en nuestro afán por seguir evolucionando, nos encontramos al borde de un nuevo horizonte. Estamos frente a la inteligencia artificial superinteligente o ASI, una forma de inteligencia que podría llegar a igualar o incluso superar a la nuestra.
Podríamos decir que la inteligencia artificial se ha tomado su buen tiempo para llegar hasta aquí. Desde rudimentarios programas en los años sesenta hasta los sistemas actuales que aprenden por sí mismos, hemos recorrido un largo camino. Destacan las innovaciones en redes neuronales y aprendizaje automático, los cuales han permitido que estos sistemas sean cada vez más autónomos. Tal como ChatGPT, que es un genio en tareas específicas, aunque le falta un poco para conseguir eso de la inteligencia «general». Pero ojo, ya se está vislumbrando esa inteligencia general artificial, o AGI por sus siglas. Esta podría integrar una variedad de capacidades y aprender a optimizarse por su cuenta. Ahí es nada.
Ahora bien, vamos al meollo del asunto. La aparición de la AGI no es una broma, hay que tomárselo en serio. Su potencial es enorme, tanto para avanzar mucho más allá de lo que los humanos logramos por nosotros mismos, como para… bueno, también para crear algunos problemillas. La velocidad a la que estas máquinas podrían resolver problemas plantea riesgos que no deben ser ignorados. Una AGI que investigue y mejore por sí sola podría generar una «explosión de inteligencia» que nos deje a los humanos rascándonos la cabeza, preguntándonos cómo gestionarlo todo sin perder el control. Y sí, eso incluye algunos dilemas éticos bien gordos.
La verdad, crear una AGI podría ser tan transformador como el fuego o la electricidad. Las oportunidades de avances en ciencia y tecnología son gigantescas. Pero al igual que un superhéroe con responsabilidades, siempre hay un lado oscuro. Podría usarse con propósitos destructivos que nos asusten más que la historia de terror más retorcida. Y esa incertidumbre sobre cómo gestionar esta transición es lo que hoy en día está en boca de todos. Nos enfrentamos a la necesidad de discutir y definir cómo queremos que sea el papel de esta superinteligencia en nuestro futuro.
Por tanto, es el momento de reflexionar juntos y prepararnos para un futuro que nos promete sorpresas y retos por igual. Y si el cerebro empieza a echar humo de tanta reflexión… ¿Por qué no pasarse por JeiJoLand y aprender divirtiéndonos un poco? ¡Nos vemos allí para más aventuras inteligentes!