En los coloridos años setenta, Judy Chicago sirvió un banquete muy especial llamado «The Dinner Party», que no se comía, pero sí se admiraba. Su instalación rinde homenaje a mil treinta y ocho mujeres importantes de la historia, con asientos de honor y vajilla que no te atreverías a poner en el lavavajillas. Pero, ojo, surge una pregunta: ¿esto es arte o diseño?
Durante siglos, esta distinción ha sido tan fluctual como el clima en Londres. Desde los días medievales del «craft», donde lo artesanal era rey, pasando por el Renacimiento, que nos trajo la individualidad y el glamour, hasta el siglo dieciocho con su arte decorativo que balanceaba entre lo funcional y lo expresivo como un funambulista del circo. Los movimientos Arts and Crafts y Art Nouveau también metieron su cucharada, complicando el debate más que una receta de paella familia numerosa.
Tomemos el ejemplo del tejido, que no solo calienta a nuestras abuelitas en invierno, sino que también refleja valores culturales relevantes. O los Sapeurs del Congo, que desfilan su moda como una forma de expresión cultural y resistencia, demostrando que los trajes no solo están en las pasarelas de Paris.
Las obras contemporáneas, como las de Chicago, retan nuestro concepto tradicional de lo que es arte. ¿Quién dice que algo tiene que ser exclusivamente arte o diseño? La creatividad humana, como bien sabemos, se resiste a esas clasificaciones rígidas al igual que nosotros a madrugar un lunes.
Así que, chicos, chicas y demás apasionados de la cultura, celebremos la diversidad de la creatividad humana sin etiquetas rígidas. Esto nos lleva a cuestionarnos y disfrutar del viaje entre estas dos disciplinas que, al fin y al cabo, se enriquecen mutuamente.
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