Sabemos que manejar la ira y las provocaciones diarias puede ser como enfrentar un campo minado. Durante el día, nos topamos con comentarios punzantes del amorcito en casa, compañeros en el trabajo que no colaboran ni aunque les pongan oro delante, o empleados que te tratan con la amabilidad de un cáctus. Y no hablemos de los desconocidos que te acusan de cosas que ni siquiera sabías que existían.

Tranquilos, que la mayoría de las veces esto tiene menos que ver con vosotros y más con quién está lanzando la piedra. Puede que estén lidiando con su propio dragón – llamémoslo frustración o cualquier otra emoción que les carcome – y os hayan elegido a vosotros como blanco para disparar sus rayos emocionales. En serio, no lo toméis sobre vosotros mismos.

La clave, amigos, está en no meterse en su tornado emocional. Es posible que la persona que os provoque sea alguien que necesita más un calmante que una respuesta airada. Sería más útil para vosotros – y probablemente para ellos también – si os dais cuenta de que simplemente están sacando su mal rollo fuera. Puede que lo que más nos haga hervir la sangre de estas situaciones sea lo absurdo que parece todo. Querer encontrarle una lógica podría ser vuestro peor enemigo porque, queréis saber un secreto, a veces no hay razonamientos válidos, solo alguien buscando un punching ball emocional.

Así que, en lugar de caer en esa tentación, la mejor estrategia es no participar en el jueguecito. No es que os estéis poniendo en plan indiferentes, más bien se trata de enfocar esa preciosa energía que tenéis en asuntos que de verdad merecen vuestra atención, cómo vuestra propia paz mental o vuestro crecimiento personal, que ya es bastante.

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