¿Alguna vez os habéis preguntado qué hacíais en la infancia para ganar el siempre anhelado aplauso de vuestros padres? Ese reconocimiento que jamás os dejaba dormir hasta tarde el sábado por la mañana. Bueno, pues parece que tener reglas implícitas o explícitas era cosa de todos. Imagínate que estás en un país exclusivo, la micro república familiar, donde el amor siempre tenía alguna letra pequeña. Y no nos engañemos, ¿quién no quería ser ese chaval que sobresalía en clase o, al menos, el que tenía los calcetines a juego?
A veces, las cosas eran tan claras como el agua: saca buenas notas o no serás el favorito del vecindario. Otras, las condiciones eran más sutiles, como valorar la estabilidad económica como si fueras un pequeño Warren Buffet, o que tu aspecto debía ser más importante que tu habilidad para hacer un buen sándwich. ¡Ah, las paradojas familiares! Sé un crack, pero no mejor que nosotros. Cuántas expectativas, ¿verdad?
Más allá del influjo de nuestro querido país de residencia, todos somos habitantes de esta micro república familiar, con sus normas peculiares que dictaban, en gran medida, nuestro concepto de masculinidad o feminidad, nuestro amor propio y, por supuesto, si merecíamos esa felicidad que veíamos en la tele.
Pero, ojo al dato, estas leyes arcaicas, aunque absurdas, a menudo siguen guiando nuestro GPS en la edad adulta, incluso cuando ya no tienen sentido alguno. Quizá aún evitamos robar el show para no enfurecer a aquella madre celosa o pasamos la vida en guardia esperando el crítico comentario de la radio vecinal. ¿Cuántas de esas antiguas órdenes familiares continuamos obedeciendo, incluso cuando ya hemos superado el casting?
Hay que preguntarse: ¿hasta cuándo seguimos bailando al son de esas reglas pasadas? Es vital hacer una auditoría a ese particular mini país de origen. Puede que descubramos que estamos actuando como el payaso del circo o la niña modelo aún cuando la micro república del hogar ya se ha disuelto.
Como buenos emigrantes, a veces toca hacer la maleta y tomar nuevos derroteros. Así que adelante, exploradores. Llega el momento de cerrar ese capítulo y construir nuestras propias leyes. En JeiJoLand, donde aprender es divertido, os invitamos a descubrir y remodelar el nuevo país que es cada uno de vosotros.