Extrañar a alguien puede parecer un sentimiento básico, pero en realidad es una señal de desarrollo emocional profundo. Cuando somos pequeños, no escondemos lo que sentimos al separarnos de quienes nos importan. El llanto, la angustia y la desesperación ante una ausencia temporal son reacciones naturales en la infancia. Sin embargo, al ir creciendo, aprendemos a controlar estas respuestas emocionales. Pero, ¡ojo! En este proceso también existe el riesgo de perder nuestra capacidad de apego sincero.
A medida que nos hacemos adultos, algunos desarrollan estrategias para no sentir tanto dolor cuando una persona querida se va, aunque sea por un tiempo. A veces, tratamos de minimizar la importancia de la persona que no está o nos distraemos con otras cosas. Es una forma de protegernos, claro, pero ¿a qué precio? Evitar el dolor puede llevarnos a una especie de desconexión emocional.
La verdadera madurez emocional no consiste en evitar el sufrimiento de la separación, sino en ser capaces de sentirlo y gestionarlo de forma saludable. Es saber que podemos seguir cuidando de alguien, aunque esté lejos. Es aceptar que duele cuando una persona importante para nosotros no está, y reconocer ese dolor sin caer en la frialdad o en la ira. Tener esta capacidad es señal de un vínculo emocional fuerte, capaz de perdurar incluso en la distancia.
Así que, en vez de temer al sentimiento de extrañar, es mejor verlo como un reflejo de nuestro crecimiento emocional. En definitiva, es la prueba de que hemos aprendido a conectar de verdad con las personas importantes en nuestras vidas, sin escondernos del dolor que puede traer la distancia.
Si quieres seguir explorando temas sobre el aprendizaje emocional de manera divertida, te invitamos a seguir navegando por JeiJoLand, el lugar donde aprender es siempre una experiencia amena y enriquecedora.