JlA 8×81 Museos, colonialismo y la repatriación de restos indígenas

Durante siglos, el coleccionismo científico convirtió a personas y culturas en piezas de vitrina; hoy exigimos rigor, respeto y caminos claros como la repatriación de restos indígenas.

En la expansión de la antropología y los museos en Estados Unidos y Europa se mezclaron curiosidad académica, ambición institucional y afición lúdica por acumular objetos. Se construyó la idea de que ciertos pueblos iban a desaparecer y que había que conservar todo a cualquier precio. Esa narrativa ignoró algo básico: las comunidades nativas siguen vivas, con continuidad cultural y autoridad sobre sus historias.

Entre finales del siglo dieciocho y bien entrado el siglo veinte se excavaron cientos de miles de tumbas nativas en Estados Unidos, con una cifra estimada entre seiscientas mil y un millón. Incluso figuras como Thomas Jefferson participaron en exhumaciones. Los restos humanos adquirieron valor monetario y los museos compitieron por cráneos y artefactos, como si fueran cromos, mientras se desplazaban significados sagrados y vínculos familiares.

El caso de los Inuit llevados a Nueva York por Robert Peary lo muestra con crudeza. En el año mil ochocientos noventa y siete, veinte mil personas pagaron por ver a seis Inuit. El antropólogo Franz Boas había recomendado trasladar a una sola persona para estudio, pero se ignoró su advertencia. La historia de Menik, que perdió a su padre en aquella ciudad y dedicó su vida a intentar recuperar los restos de su familia sin lograrlo, nos recuerda que detrás de cada colección hay afectos, duelos y derechos.

La Ley de Protección y Repatriación de Restos Indígenas de mil novecientos noventa abrió una vía legal, aunque limitada a instituciones con financiación federal. Aún hoy permanecen en museos entre trescientas mil y seiscientas mil personas sin retorno. La repatriación de restos indígenas avanza en paralelo a enfoques que sitúan la soberanía y el conocimiento indígena en el centro, con protocolos de consentimiento, acceso controlado a materiales sensibles y financiamiento específico para devoluciones.

Hay ejemplos esperanzadores. La colaboración de equipos arqueológicos con la Tribu Makah mostró que el trabajo conjunto puede producir ciencia rigurosa y beneficios comunitarios. Cuando co-diseñamos preguntas, compartimos datos bajo licencias acordadas y planificamos la curaduría con líderes tribales, la investigación mejora y la confianza crece. Menos vitrinas eternas, más acuerdos vivos.

Propuesta para jugar y aprender: formamos grupos y repartimos cartas de decisión ética de museo consulta, consentimiento, cuidado, devolución. En diez minutos, cada grupo resuelve un caso real y suma puntos por cada paso respetuoso completado.

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