JlA 8×77 Jugar sin lastimarse con Alma y Confusa

A veces el mejor juego empieza cuando ponemos límites claros que cuidan a todas. En esta aventura marina aprendemos a jugar sin lastimarse y a transformar el enfado en cuidado mutuo.

Cuando aparece el mal humor en un juego, no hay villanas, hay necesidades. Si nos dolió, ponemos un alto amable; si nos enfadamos, pedimos una pausa. Las reglas claras, las señales visibles y la comunicación sincera convierten el mar revuelto en una piscina tranquila. Nombrar la emoción, acordar una pausa breve y retomar con seguridad es más efectivo que aguantar y explotar.

Eso lo vimos con Alma, una foca juguetona, y con Confusa, una medusa sensible. Entre carreras y cosquillas, el veneno accidental de Confusa terminó molestando a su amiga. Tras varias picaduras, fuimos con ellas a la consulta del Doctor Pulpo, quien nos propuso crear un plan para cuidarnos mientras seguíamos jugando. Pactamos una señal sencilla: cuando Alma se esconda en su caparazón, Confusa reconoce que necesita calmarse, se aparta un momento, respira y luego vuelve con ganas de cooperar. Resultado: menos heridas, más risas y una amistad que se fortalece.

Podemos aplicar lo mismo en casa o en el aula. Elegimos una señal clara y visible, una palabra corta o un gesto divertido. Acordamos qué hace cada quien cuando aparece la señal, por ejemplo pausar, respirar y cambiar de juego si hace falta. Validamos lo que sentimos sin culpas, buscamos la necesidad detrás del enfado y reparamos si hicimos daño con un gesto amable. Revisamos el plan después de cada sesión para ajustar reglas, tiempos y límites. Con práctica, la autorregulación se vuelve un hábito y el ocio, un lugar seguro.

Propuesta para gamificar: creamos cartas de calma con pequeñas misiones como respirar como una ballena, contar olas o cambiar de juego. Cada vez que usamos la señal ganamos una perla; con cinco perlas elegimos la siguiente aventura.

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