Un gran apagón en Portugal y España nos paró en seco y nos hizo replantear cómo trabajar mejor en ciencia. De esa experiencia salió un marco práctico sobre resiliencia en la química.
Estábamos en una conferencia, con plenarios y estudiantes a tope, cuando la luz se fue en toda la península ibérica. Tras un almuerzo adelantado nos devolvieron al hotel porque las sesiones se suspendieron. Había trenes detenidos, laboratorios parados y restaurantes sin comida caliente. El momento cómico lo puso la ducha: usamos un sombrero de sol como soporte improvisado para la linterna. Elegancia cero, utilidad total.
En ese caos hicimos lo que mejor sabemos hacer juntos: pensar con cabeza y manos. Plenarios y estudiantes organizadores montamos un documento compartido y, en cuestión de semanas, salió un preprint que luego aceptó una revista de química verde. La idea era sencilla: si un corte masivo puede congelar producción y ensayos, necesitamos prácticas que soporten sobresaltos sin drama.
El corazón del trabajo son diez líneas de acción que cualquiera puede adaptar. Usar materias primas renovables y, cuando sea posible, de origen local. Diseñar procesos inherentemente seguros y con menor peligrosidad. Añadir redundancias sensatas en energía, agua, datos y consumibles críticos. Simplificar y estandarizar operaciones con manuales claros, formación periódica y pruebas de estrés. Priorizar eficiencia energética y térmica con recuperación de calor y buen aislamiento. Digitalizar con sensores y control en tiempo real, evitando depender de una sola plataforma. Distribuir la producción y el escalado de forma modular para esquivar cuellos de botella. Fortalecer la cadena de suministro con proveedores alternativos y materiales intercambiables validados. Cultivar una cultura de seguridad con formación cruzada para cubrir tareas esenciales. Abrir datos y métodos para acelerar la colaboración y la reproducibilidad.
Sumamos herramientas prácticas: evaluación de ciclo de vida para decidir con evidencia, inventarios mínimos protegidos para reactivos clave, simulacros y planes de contingencia, auditorías de riesgos antes del escalado, mantenimiento preventivo y comunicación fluida con proveedores y autoridades. Todo con una idea transversal: diseñar para fallar de forma segura y recuperarnos rápido.
Propuesta de juego: por equipos, hacemos un mapa de un laboratorio y repartimos cartas de eventos sorpresa apagón, corte de agua, retraso de reactivos; ganamos puntos creando soluciones robustas y perdemos por dependencias frágiles.
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