Internet ha convertido el porno en una referencia frecuente para aprender sobre sexo, pero no es material didáctico. Con alfabetización pornográfica podemos separar fantasía de realidad y consumir con cabeza.
La definición de lo que consideramos pornografía cambia según la persona y la cultura, y su presencia se disparó con la red. Muchas y muchos adolescentes ven contenido antes de los trece años. Para parte del colectivo lgtbi puede ser una vía de exploración y reconocimiento, aunque también arrastra expectativas poco realistas sobre el cuerpo y el rendimiento.
La gran mayoría de los vídeos son escenas interpretadas por actores y actrices, con cámaras, edición y objetivos comerciales. Esto no refleja el día a día íntimo y puede confundir sobre comunicación, tiempos, cuidados y placer compartido.
Además, casi nunca se habla de consentimiento explícito ni de métodos de protección. Con frecuencia aparecen dinámicas violentas o humillantes que refuerzan estereotipos dañinos, sobre todo hacia mujeres y personas racializadas. No es lo mismo fantasear que legitimar actitudes que hieren.
¿Existe relación directa entre ver violencia en la pantalla y comportarse igual fuera? La evidencia no es concluyente. Hay estudios con correlaciones, otros no las encuentran. Por eso conviene apostar por educación sexual integral, reducción de riesgos y pensamiento crítico.
Para mirar con lupa sin agobios, proponemos un check rápido cada vez que veamos algo. Quién lo produce y para quién. Se muestran respeto, cuidado y consentimiento. Todas las personas son adultas y están ahí por decisión propia. Hay diversidad corporal y de prácticas. Cómo nos hace sentir y qué ideas nos llevamos. Si algo pensáramos replicarlo, toca hablarlo con la pareja, acordar límites, protegerse y parar si alguien lo pide.
También ayuda poner normas sencillas. Elegir cuándo y cuánto, en vez de hacerlo por inercia. No dejar que sustituya la conversación con la pareja. Priorizar plataformas con políticas éticas y verificación de edad y consentimiento. Usar controles parentales si compartimos dispositivos con peques. Si algo nos inquieta, parar, respirar y buscar información fiable o apoyo profesional.
En casa y en el aula, hablemos sin drama. Expliquemos que es ficción pensada para entretener, no para educar. Demos vocabulario sobre consentimiento, protección y comunicación clara. Ofrezcamos recursos de educación sexual basada en evidencia. Escuchemos dudas sin juzgar y con sentido del humor.
Mini juego aplicable esta semana: creemos un bingo de mitos y realidades, con casillas como el consentimiento se sobreentiende o todas las personas tienen el mismo cuerpo; al detectar un mito, marcamos y apuntamos qué aprendimos en una frase.
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