En el subcontinente indio, el concepto de género ha sido históricamente más diverso de lo que podríamos imaginar. Durante siglos, no solo se ha reconocido la existencia de mujeres y hombres, sino también de los hijra, quienes se identifican como ningún género en particular. Estos individuos disfrutaron de respeto y poder en tiempos pasados, aunque desafortunadamente, en los últimos doscientos años han enfrentado injusticias y obstáculos en educación y empleo.
La religión juega un papel crucial en esta percepción del género, influyendo en cómo se interpretan el sexo y la sexualidad. Mientras el sexo está vinculado a rasgos biológicos y suele dividirse tradicionalmente en masculino y femenino, el género trata más sobre roles culturales y expectativas colectivas, las cuales, vaya sorpresa, cambian con el tiempo. Así es, lo que en un momento fue inamovible, ahora es fluido y cambiante.
Las normas de género son reforzadas por factores como la religión, que, dependiendo de su carácter, pueden perpetuar o desafiar estructuras sociales. Curiosamente, algunas religiones asignan roles específicos dentro de un orden social binario, como el judaísmo o el cristianismo. Sin embargo, existen tradiciones que, mira por dónde, reconocen múltiples géneros, apuntando a una visión más inclusiva.
El colonialismo, como siempre haciendo de las suyas, influenció las normas de género al introducir leyes que criminalizaban el comportamiento no alineado con visiones cristianas. Aunque algunas de estas leyes desastrosas fueron derogadas, el prejuicio, para desgracia de muchos, sigue presente en nuestras sociedades modernas.
La interpretación de textos religiosos, no podemos olvidarnos, también influye fuertemente en la manifestación de estas normas de género. Estos textos a menudo se usan como autoridad para justificar roles fijos, aunque evolucionen, como cuando una mujer lideró una oración mixta en Nueva York, rompiendo con lo tradicional.
La figura de Hajjar en el Islam simboliza temas como la dependencia y el sustento, asociados tradicionalmente a la experiencia femenina. Estas historias de los hijra y de Hajjar ilustran cómo género y religión se entrelazan en la vida diaria, demostrando que, con cada generación, tenemos en nuestras manos la posibilidad de redefinir nuestra comprensión de la identidad de género y sexualidad.
Ahora, ¿cómo podemos hacer esto más divertido? Proponemos un juego de rol donde los participantes exploren diferentes identidades de género y cómo estas interactúan con normas religiosas y sociales. Al final de la actividad, cada uno comparte sus experiencias, promoviendo una discusión abierta y enriquecedora sobre el tema.
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