Perder peso no es tan simple como quemar más calorías de las que consumimos. Nuestro cuerpo, astuto como un zorro, tiende a jugar en contra cuando intentamos deshacernos de esos kilitos de más. Cada caloría cuenta en nuestra máquina biológica personal, la cual requiere energía para sus funciones vitales. Si ingerimos más calorías de las necesarias, nuestro cuerpo las guarda celosamente en forma de grasa. Para perder peso, pues, el truco es quemar más de lo que comemos. Sin embargo, aquí va la sorpresa: el ejercicio, aunque crucial para nuestra salud en general, no siempre resulta el héroe que esperábamos en la batalla contra la grasa.
Comunidad tras comunidad, como los Hadza, nos enseñan que moverse como si no hubiera un mañana no necesariamente equivale a quemar más calorías que quienes disfrutan del sofá. ¿Por qué? Porque resulta que, en cuestión de gasto calórico, el cuerpo es un experto en economizar. Ese presupuesto calórico al que se aferra nos deja con diferencias mínimas entre personas activas e inactivas cuando de quemar calorías se trata.
Cuando empezamos a ejercitarnos, al principio todo parece de color de rosa y la báscula nos quiere un poco más. Sin embargo, nuestro cuerpo no tarda en ponerse al día y ajusta el gasto energético, dejando de quemar tanto como al inicio. ¿Cómo hace esto? Prioriza el ahorro calórico, dirigiendo la energía que no necesita para movernos hacia otros procesos no tan vitales. Uno de estos procesos es la inflamación crónica, una manera no demasiado divertida en que el cuerpo gasta calorías sobrantes, y que lamentablemente se vincula con ciertas enfermedades.
Así pues, el hambre feroz no es una casualidad moderna. Es un legado de nuestros antepasados cazadores-recolectores, quienes necesitaban calorías como si no hubiera un mañana para compensar un gasto energético elevado. En pleno siglo veintiuno, este rasgo se traduce en el reto de no acabar sobrealimentados.
Entonces, ¿cuál es el veredicto para lograr perder peso? Todo apunta a que la dieta es nuestra mejor aliada en cuanto a gasto calórico se refiere. Esto no significa que debamos banear el ejercicio; después de todo, es vital para mantener nuestro cuerpo en equilibrio, reducir la inflamación crónica, cuidar el corazón y mejorar nuestra calidad de vida. La forma física es solo un (importante) elemento en el rompecabezas del bienestar general, y mantener nuestra mente despierta y saludable es igual de esencial.
Así que, queridos lectores, les animamos a que se adentren en nuestro rincón en JeiJoLand, donde convertir el aprendizaje en diversión es nuestra misión diaria.